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Los helados artesanales de cono forman parte de la cultura gastronómica de Portovelo

  • Foto del escritor: noti g7
    noti g7
  • 16 jun 2023
  • 2 Min. de lectura

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Carlos Andrade Macas de 68 años, todos los días vende sus helados en la ciudad de Portovelo

A don Carlos los amigos lo bautizaron como Kikilla, se ha ganado el respeto y cariño de los portovelenses, es el único que vende helados de cono en toda la parte alta de El Oro.



Dice que es oriundo de la parroquia Celén, aprendió a fabricarlos cuando tenía 12 años de edad, gracias a la curiosidad, cuenta que siempre iba a la casa de un heladero de la ciudad de Loja, solo para mirar de cerca como los hacía, hasta que un día le ofreció el trabajo de ayudante y ahí fue donde aprendió a hacerlo de la manera adecuada.

Expresa que luego se dedicó a trabajar en otros oficios como la construcción, formó parte de la cuadrilla de obreros de las compañías Hidalgo Higalgo y Tramesa, trabajó en el desparecido Instituto Ecuatoriano de Recursos Hídricos (INERHI), hasta que un día se quedó sin trabajo y para esa época ya tenía 27 años, además esposa e hijos.

Recuerda, que un día se encontró con un compadre que vendía helados en Gualaquiza, le decían el zurdo; lo contrató para que trabajara con él. Fue entonces que de nuevo recordó el oficio, el cual de niño aprendió.

Don Carlos casado y con muchas necesidades, asevera que trabajaba de lunes a viernes como oficial de albañilería, mientras que los sábados y domingos vendía los exquisitos y refrescantes conitos.

Al darse cuenta que el negocio era rentable, ahorró un dinero para comprar su propia carreta, se independizó y recorrió varios pueblos del oriente como Zamora, Zumbi, Nangaritza, Yantzaza, El Pangui y Zumba.

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Los exquisitos y refrescantes helados de don Carlos, forman parte de la Cultura Gastronómica de Portovelo
En el año 1987 llegó a Portovelo, sus amigos le pusieron el seudónimo “Kikilla” y se quedó por la amistad que le demostraba la gente, además vendía muy bien su producto, con la ganancia construyó una casa, compró un carro, tenía una buena suma de dinero en una cuenta de banco, capital que perdió por una mala inversión en una mina de oro de Palanda.

Siente que cumplió con su responsabilidad de padre, con orgullo dice que tiene un hijo abogado, un panadero y una hija que se casó muy joven por eso no estudió.

A pesar de la pérdida de su dinero, volvió a comprar un carro, “Esta es mi vida, venderé helados hasta que avance la carreta, tengo 68 años, ya estoy viejo en ningún lado me van a dar trabajo”, expresó Don Carlos Andrade




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